dimecres, 17 de setembre del 2025

UNA TROMPETA LEJANA

Raoul Walsh va dirigir "Una trompeta lejana", la seva darrera pel·lícula, el 1964, el mateix any que John Ford, un altre veteraníssim realitzador borni, signava "El gran combate", on denunciava la política genocida del govern dels Estats Units envers els indis americans. I el film de Walsh també vol ser reivindicatiu, tot i que calen alguns matisos. 

Denuncia el tracte als apatxes chiricahues, i es preocupa de destacar el valor i la fidelitat de l'explorador d'aquesta raça reclutat per l'Exèrcit. Però l'heroi de la funció, capaç de posar ordre en un campament on regna la indisciplina, aconseguir la pau amb els indis, i, de passada, lligar-se la dona del comandant (*), és un oficial de West Point ros i ben plantat a qui interpreta Troy Donahue, estrella juvenil dels primers seixanta. Ell i només ell aconseguirà que els polítics de Washington reconsiderin l'opció de portar els indis als pantans de Florida. 

Els apatxes no semblen gaire sensats, i també trobarem mostres de la seva crueltat llegendària, amb soldats devorats per formigues o cremats vius. 

De manera que "Una trompeta lejana" és una pel·lícula que denuncia el racisme, perquè són els anys seixanta i és el que toca, però amb un biaix una mica supremacista. I cal no oblidar que Walsh va ser el director de "Murieron con las botas puestas" (1941). 

Com sigui, es tracta d'un western vistós i entretingut, que probablement els va servir d'inspiració a Jean-Michel Charlier i Jean Giraud quan, un any més tard, inauguraven la sèrie del Tinent Blueberry amb un "Fort Navajo" d'aspecte no gaire diferent del de Fort Delivery al film d'en Walsh. D'altra banda, la trama li va permetre a Suzanne Pleshette treure's l'espina de veure com una rossa li prenia el nòvio (a "Los pájaros", de Hitchcock); i, posats a fer, es va casar amb Donahue en la vida real, tot i que es van divorciar abans d'un any. 

(*) El problema de l'adulteri el resolen els apatxes expeditivament.

5 comentaris:

Teo Calderón ha dit...

Aunque él no lo tuviera programado así, esta película significó para el gran Raoul Walsh su despedida del cine; cuando la rodó tenía setenta y seis años y aún mucha vitalidad, pero tal vez en aquel Hollywood cambiante ya no había sitio para él. Narrada con la seguridad y el enérgico desparpajo (no exento en este caso de un soterrado tono melancólico) que caracterizó sus mejores obras, su aparente esquema ideológico, no obstante, provoca una cierta incomodidad por un guión que parece asumir como buena la actitud de ciertos personajes. Por ejemplo, el profundo rechazo que nos provoca la del joven teniente Hazard (durante dos tercios de la película se comporta como un perfecto fascista), recto, intransigente y despiadado con los soldados, en cambio, no duda en acostarse con la esposa de su superior propiciando en cierto modo la muerte de éste a manos de los indios; o el cínico pragmatismo del general Upton Quaint (aunque “respete” a los indios, en el fondo los maneja como a imbéciles). Todo esto llega a enturbiar el juicio sobre UNA TROMPETA LEJANA, en cualquier caso, vigoroso western, que lamentablemente, como decíamos, clausuraba la carrera de uno de los más grandes primitivos.
Mención aparte merece la presencia de Suzanne Pleshette dando vida con su aterciopelada sensualidad a un hermoso y vulnerable personaje, la señora Mainwarring. Por eso, el muy limitado Troy Donahue incorporando a Hazard consigue que nos parezca inexplicable su enamoramiento de él (imaginamos lo que tuvo que sufrir Walsh intentando arrancar algún matiz del rostro de este “actor” impuesto por la Warner para seguir rentabilizando en aquellos días el tirón en taquilla de sus áureos cabellos.
Un saludo.

Trecce ha dit...

Algo comenzaba a cambiar, pero claro, al ritmo de Hollywood.

ricard ha dit...

Teo: También me pareció curiosa la contradicción de un mensaje teóricamente pro indio con la celebración de las actitudes más bien fascistas de su protagonista. Por otro lado, coincido en que la guapísima Suzanne Pleshette otorga prestancia a una función al servicio del soso Troy Donahue, estrella un tanto fugaz de los primeros sesenta que pronto caería en el olvido (ajeno y propio por los efectos de su adicción alcohólica), del que fue rescatado por Coppola, que le ofreció un papel en "El padrino II", aunque menos relevante que el que tenía Sterling Hayden, otro ilustre dipsómano en horas bajas, en la primera parte.

Trecce: Esos años vieron el ocaso del Hollywood clásico y de sus nombres legendarios, al tiempo que emergían nuevos valores y nuevas estrellas a un lado y al otro de la cámara.

Saludos.

Pedro Rodríguez ha dit...

Raoul Walsh era otro de aquellos directores con un parche negro en un ojo. Me estoy planteando escribir un artículo titulado "Directores de cine clásico con un parche negro en un ojo", jejeje.

Una abraçada.

ricard ha dit...

Walsh, Ford, Fritz Lang... Sí, es curioso.

Una abraçada.